La atalaya del Este
El Este abre el día al amanecer
liberando al Sol
de la caja de ébano de la noche.
La mente despierta
con infantil deleite.
La primavera llena la brisa
con flores dulces y con el sonido
reluciente de las campanas.
Aquí, los pájaros despliegan sus alas
y todo el mundo emprende el vuelo.
La atalaya del Sur
El Sur es el fuego del Sol
en la intensa fragua del mediodía,
que da golpes al alma para conformarla.
La sangre joven arde
con el calor del verano.
Los corazones laten con pasión.
Éste es el lugar
donde el león espera,
rojizo ante la promesa
de saltar sobre la presa.
La atalaya del Oeste
En el Oeste se encuentra el prodigio,
más allá del borde del mundo
donde el mar plateado
se derrama en el crepúsculo.
Aquí el alma se ve a sí misma
en las profundidades del agua oscura,
un lugar de reflexión y
paternidad.
Los delfines juegan
con las hojas otoñales,
siguiendo a la marea menguante.
La atalaya del Norte
En el norte están las montañas,
un muro de ancianos y ancianas
con las cabezas canas por la nieve.
Abajo están los toros, en los altos prados.
Los vientos del invierno rugen,
pero la roca se mantiene firme.
El cuerpo lleva sus cargas,
un cálido hogar para el alma.
La luz de las estrellas llena la noche fría y oscura.
Mantente firme. Eternamente.
El Este abre el día al amanecer
liberando al Sol
de la caja de ébano de la noche.
La mente despierta
con infantil deleite.
La primavera llena la brisa
con flores dulces y con el sonido
reluciente de las campanas.
Aquí, los pájaros despliegan sus alas
y todo el mundo emprende el vuelo.
La atalaya del Sur
El Sur es el fuego del Sol
en la intensa fragua del mediodía,
que da golpes al alma para conformarla.
La sangre joven arde
con el calor del verano.
Los corazones laten con pasión.
Éste es el lugar
donde el león espera,
rojizo ante la promesa
de saltar sobre la presa.
La atalaya del Oeste
En el Oeste se encuentra el prodigio,
más allá del borde del mundo
donde el mar plateado
se derrama en el crepúsculo.
Aquí el alma se ve a sí misma
en las profundidades del agua oscura,
un lugar de reflexión y
paternidad.
Los delfines juegan
con las hojas otoñales,
siguiendo a la marea menguante.
La atalaya del Norte
En el norte están las montañas,
un muro de ancianos y ancianas
con las cabezas canas por la nieve.
Abajo están los toros, en los altos prados.
Los vientos del invierno rugen,
pero la roca se mantiene firme.
El cuerpo lleva sus cargas,
un cálido hogar para el alma.
La luz de las estrellas llena la noche fría y oscura.
Mantente firme. Eternamente.
Bendiciones!
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