Este ritual puede hacerse para uno mismo si uno se encuentra mal por guardar rencor o sentir odio por alguien y desea quitarse de encima el mal estar psicológico y consecuentemente físico que le produce.
El ritual se centra en un punto de nuestro cuerpo que en oriente se conoce como Ajna, que es el sexto chakra o centro nervioso de nuestra columna. Este centro nervioso está localizado en el centro del cráneo, sobre la glándula pineal, entre las cejas. Este chakra se ocupa de fortalecer los oídos, nariz, cerebro, sistema nervioso central, los ojos, la vista, y estimula el pensamiento intuitivo. Previene contra la senilidad, la jaqueca, las pesadillas y todas las afecciones de la vista.
Al Ajna chakra le corresponde la glándula pituitaria (hipófisis), encargada del funcionamiento de todas las glándulas del cuerpo. En este chakra se establecen la intelectualidad, la voluntad, la fuerza psíquica superior y el recuerdo y se regula el SNC (sistema nervioso central).
A través del tercer ojo nos unimos con las manifestaciones a través del poder del pensamiento, esto nos otorga el poder de crear nuevas realidades en el plano psíquico, disolviendo las viejas realidades. Nos ayuda a concentrarnos para recibir las verdades espirituales. Nos dará facultades para la visualización. Nuestra compresión será ilimitada. Aumentará nuestra intuición. Todo esto lo podremos conseguir trabajando para abrir el tercer ojo, desarrollando conjuntamente nuestra conciencia.
En este punto es en donde se albergan nuestros odios y rencores y desde donde podemos también deshacernos de ellos.
Si realmente queremos liberarnos de ese peso que nos quita la alegría de vivir; nos altera el sistema nervioso y que incluso la mayoría de las veces no nos deja ni siquiera dormir, vamos a hacer el siguiente ritual:
Durante seis días seguidos nos tomaremos unos minutos a la hora que nos venga mejor para realizarlo.
Compraremos seis velas de color morado o violeta (el color de la transmutación y del cambio).
Haremos un altar con una mesa o banqueta de madera cubierta con un paño o mantel blanco. En el centro del altar colocaremos una imagen del Dios y una de la Diosa.
Delante de las imágenes depositaremos las seis velas acostadas de forma ordenada.
A la parte de la izquierda pondremos un pequeño jarrón o vaso de cristal o cerámica con unas flores; si tenemos ocasión de poder cortarlas del campo o de la montaña que sean silvestres o bien comprar una rosa o cualquier otra flor, lo que vale es la intención de la ofrenda más que su valor material.
En la parte de la derecha pondremos algún objeto que sirva de soporte para poner la vela encendida.
El primer día, una vez esté todo preparado, nos sentaremos delante del altar y con las manos y brazos extendidos apoyados sobre las piernas dirigidos hacia las imágenes como en actitud de pedir, ojos cerrados, vamos a estar unos cinco o diez minutos pensando en la persona o personas a las que odiamos o por las que sentimos rencor; no importa lo que pensemos de ellas ni lo que sintamos en ese momento; dejémonos llevar por el pensamiento.
A continuación llevaremos la palma de la mano derecha sobre nuestra frente y mientras la presionamos haremos la siguiente afirmación una vez:
"¡Vengo dispuesto a perdonar a todos mis deudores!"
Tomaremos la primera vela y la encenderemos depositándola a continuación en el porta velas.
Dejaremos ya que se consuma la vela y podemos seguir con nuestros quehaceres, no es necesario que permanezcamos delante del altar hasta que se apague.
Al día siguiente nos sentaremos de nuevo delante del altar y con las manos y brazos extendidos apoyados sobre las piernas dirigidos hacia las imágenes como en actitud de pedir, ojos cerrados, vamos a estar unos cinco o diez minutos pensando en la persona o personas a las que odiamos o por las que sentimos rencor; no importa lo que pensemos de ellas ni lo que sintamos en ese momento; dejémonos llevar por el pensamiento.
A continuación llevaremos la palma de la mano derecha sobre nuestra frente y mientras la presionamos haremos la siguiente afirmación dos veces:
"¡Vengo dispuesto a perdonar a todos mis deudores!"
y así seguiremos durante los seis días, sólo que la afirmación la repetiremos cada día una vez más, hasta el último que serán seis veces.
Si el ritual se hace en nombre de otra persona se lleva a cabo de la misma forma, incluso las afirmaciones, sólo que los minutos que se dedican a pensar, se piensa en nuestro interés en que la persona por la que se hace el ritual se libere de la carga que supone permanecer bajo los efectos destructivos y negativos que supone albergar en nuestra mente los sentimientos de odio y de rencor.
Se advierte que siempre que acabéis un ritual u os desprendáis de los restos de un amuleto, en cuanto tengáis ocasión debéis arrojarlos preferentemente al agua, por ejemplo: un lago, un río, el mar, etc., o bien si no tenéis ocasión de echarlos al agua, enterradlos en la tierra.
Bendiciones!
El ritual se centra en un punto de nuestro cuerpo que en oriente se conoce como Ajna, que es el sexto chakra o centro nervioso de nuestra columna. Este centro nervioso está localizado en el centro del cráneo, sobre la glándula pineal, entre las cejas. Este chakra se ocupa de fortalecer los oídos, nariz, cerebro, sistema nervioso central, los ojos, la vista, y estimula el pensamiento intuitivo. Previene contra la senilidad, la jaqueca, las pesadillas y todas las afecciones de la vista.
Al Ajna chakra le corresponde la glándula pituitaria (hipófisis), encargada del funcionamiento de todas las glándulas del cuerpo. En este chakra se establecen la intelectualidad, la voluntad, la fuerza psíquica superior y el recuerdo y se regula el SNC (sistema nervioso central).
A través del tercer ojo nos unimos con las manifestaciones a través del poder del pensamiento, esto nos otorga el poder de crear nuevas realidades en el plano psíquico, disolviendo las viejas realidades. Nos ayuda a concentrarnos para recibir las verdades espirituales. Nos dará facultades para la visualización. Nuestra compresión será ilimitada. Aumentará nuestra intuición. Todo esto lo podremos conseguir trabajando para abrir el tercer ojo, desarrollando conjuntamente nuestra conciencia.
En este punto es en donde se albergan nuestros odios y rencores y desde donde podemos también deshacernos de ellos.
Si realmente queremos liberarnos de ese peso que nos quita la alegría de vivir; nos altera el sistema nervioso y que incluso la mayoría de las veces no nos deja ni siquiera dormir, vamos a hacer el siguiente ritual:
Durante seis días seguidos nos tomaremos unos minutos a la hora que nos venga mejor para realizarlo.
Compraremos seis velas de color morado o violeta (el color de la transmutación y del cambio).
Haremos un altar con una mesa o banqueta de madera cubierta con un paño o mantel blanco. En el centro del altar colocaremos una imagen del Dios y una de la Diosa.
Delante de las imágenes depositaremos las seis velas acostadas de forma ordenada.
A la parte de la izquierda pondremos un pequeño jarrón o vaso de cristal o cerámica con unas flores; si tenemos ocasión de poder cortarlas del campo o de la montaña que sean silvestres o bien comprar una rosa o cualquier otra flor, lo que vale es la intención de la ofrenda más que su valor material.
En la parte de la derecha pondremos algún objeto que sirva de soporte para poner la vela encendida.
El primer día, una vez esté todo preparado, nos sentaremos delante del altar y con las manos y brazos extendidos apoyados sobre las piernas dirigidos hacia las imágenes como en actitud de pedir, ojos cerrados, vamos a estar unos cinco o diez minutos pensando en la persona o personas a las que odiamos o por las que sentimos rencor; no importa lo que pensemos de ellas ni lo que sintamos en ese momento; dejémonos llevar por el pensamiento.
A continuación llevaremos la palma de la mano derecha sobre nuestra frente y mientras la presionamos haremos la siguiente afirmación una vez:
"¡Vengo dispuesto a perdonar a todos mis deudores!"
Tomaremos la primera vela y la encenderemos depositándola a continuación en el porta velas.
Dejaremos ya que se consuma la vela y podemos seguir con nuestros quehaceres, no es necesario que permanezcamos delante del altar hasta que se apague.
Al día siguiente nos sentaremos de nuevo delante del altar y con las manos y brazos extendidos apoyados sobre las piernas dirigidos hacia las imágenes como en actitud de pedir, ojos cerrados, vamos a estar unos cinco o diez minutos pensando en la persona o personas a las que odiamos o por las que sentimos rencor; no importa lo que pensemos de ellas ni lo que sintamos en ese momento; dejémonos llevar por el pensamiento.
A continuación llevaremos la palma de la mano derecha sobre nuestra frente y mientras la presionamos haremos la siguiente afirmación dos veces:
"¡Vengo dispuesto a perdonar a todos mis deudores!"
y así seguiremos durante los seis días, sólo que la afirmación la repetiremos cada día una vez más, hasta el último que serán seis veces.
Si el ritual se hace en nombre de otra persona se lleva a cabo de la misma forma, incluso las afirmaciones, sólo que los minutos que se dedican a pensar, se piensa en nuestro interés en que la persona por la que se hace el ritual se libere de la carga que supone permanecer bajo los efectos destructivos y negativos que supone albergar en nuestra mente los sentimientos de odio y de rencor.
Se advierte que siempre que acabéis un ritual u os desprendáis de los restos de un amuleto, en cuanto tengáis ocasión debéis arrojarlos preferentemente al agua, por ejemplo: un lago, un río, el mar, etc., o bien si no tenéis ocasión de echarlos al agua, enterradlos en la tierra.
Bendiciones!
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