martes, 24 de marzo de 2009

LOS ELEMENTOS

Los seres humanos han alimentado sus creencias mágicas desde antes del comienzo de la historia. Una de estas creencias predominantes es que ciertos componentes básicos, llamados elementos, residen en el núcleo de toda creación, y que todas las cosas contienen las propiedades de uno o más de esos elementos.

Se cree que cada cosa que existe en la creación tiene un elemento principal que rige o gobierna sus características internas y externas por encima de todos los demás.

Es imprudente considerar a los cuatro elementos en términos puramente físicos; sin embargo, cuando comenzamos a analizar las herramientas tradicionales asociadas a ellos, nos encontramos con cosas que son físicas y parecen ser representativas de los elementos más físicos de cada elemento. Lamentablemente, cuando hablamos de lo metafísico, no tenemos más opción que hablar con metáforas concretas y materiales.

Al conocer las propiedades elementales de cada objeto y saber cuál es el elemento que lo rige, nuestros antepasados descubrieron que podemos conectar con toda la creación en un nivel íntimo, utilizando esa conexión para ganar conocimiento espiritualmente avanzado y manipular las cosas para trabajar a voluntad.

En otras palabras, podemos usar los elementos para hacer magia.

Todos los rituales requieren el uso físico de algún elemento, por lo que es importante conocer las propiedades de cada una de estas fuerzas.

Los reinos elementales son Agua, Tierra, Aire y Fuego. Y puesto que son parte de toda creación, existen en los mundos visible e invisible, aglutinándose en un quinto elemento que conocemos como Akasha o Espíritu, el cual está en y se compone de todos los elementos.

Esta unidad de los elementos en Espíritu nos permite utilizarlos para atraer los poderes de los mundos invisibles hacia nuestro mundo físico.

Los elementos unidos forman el círculo completo de la magia, que simboliza nuestro lugar en la rueda en continuo movimiento de la eternidad y la totalidad. Conocer los elementos nos permite heredar su poder, llegar a ser uno con ellos y obtener sus dones.

Los elementos son, en muchas maneras, el centro del ritualismo Wicca. Generalmente todos los rituales requieren el llamado de estos elementos para invocar su poder y protección.

Los elementos son las fuerzas que llenan de vida a la naturaleza. Son cuadrantes o direcciones del tiempo y el espacio que nos llevan a donde moran los señores de la creación.

Cada Atalaya del universo representa un elemento, y cada elemento posee criaturas que lo moran. Los Atalayas se representan en puntos cardinales y son el Norte, el Este, el Sur y el Oeste.

Cada Atalaya es regido por uno de estos reinos elementales, y estos a su vez rigen una estación del año y están representados con diferentes tipos de espíritus.

El Pentagrama representa la unión de estos elementos para el uso mágico.

El Atalaya Norte responde al elemento de la Tierra, la Madre Sagrada.

El Atalaya del Este responde al elemento del Aire, el gran mantenedor.

El Atalaya del Sur responde al elemento del Fuego, el gran transfigurador.

El Atalaya del Oeste responde al elemento del Agua, el gran mediador.

Una de nuestras prácticas mágicas es invitar a los Atalayas a nuestro círculo de poder. Ellos nos honran con su presencia y nos protegen de cualquier energía negativa que se encuentre en el área. Es muy importante en los rituales agradecerles su presencia y por compartir con nosotros, mientras realizamos el ritual.

Sin la combinación de estas fuerzas, el planeta sería un vacío en la nada.

Sin la Tierra no tendríamos el cimiento por donde trascender libremente y sobre todo, el la fuente dadora de vida de nuestras plantas, árboles y frutos.

Si el Agua no podríamos saciar la sed de nuestros cuerpos y tampoco podríamos desprendernos de nuestras impurezas externas.

Sin el Aire, no tendríamos el aliento de vida que nos permite respirar. Mucho menos podríamos sentir la brisa que refresca nuestra piel.

Sin el Fuego no tendríamos una fuente de calor que nos proteja del frío y a la misma vez, nos sirve como luz para iluminarnos de la oscuridad.

Sin embargo ninguna de estas fuerzas tendría su propio poder sin la bendición derramada por el Espíritu.

Bendiciones!

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