jueves, 1 de octubre de 2009

EL ANKOU

El Ankou es, en la tradición bretona, el heraldo o servidor de la muerte. No está del todo claro de donde proviene su nombre aunque según una de las versiones más extendidas proviene de la raíz celta "ank" ("muerte"), un vocablo bretón arcaico, mientras otras teorías la relacionan con los vocablos bretones " Anken " ("angustia" o "pena" ) y "Ankounac´h " ("olvido").

En su función de psicopompo (del griego ψυχοπομπóς "el que guía o conduce las almas") el Ankou recoge las almas de los fallecidos y las transporta en su carro desvencijado ("karr an Ankoù", "carro del Ankou" en bretón), tirado por dos caballos, uno de ellos viejo y débil y el otro joven y fuerte (en otras versiones de la leyenda son cuatro caballos negros), hacia el más allá.

Se dice que cuando un vivo escucha el sonido chirriante del carro ("wig ha wag!") es señal de que él mismo o alguien próximo a él no tardará en morir. También se dice que todo aquel que vea al Ankou morirá en el transcurso de ese año.

El Ankou es descrito a menudo como un anciano de largos cabellos blancos muy alto y extremadamente delgado (a veces como un esqueleto) que porta un largo abrigo, zapatos de madera y un sombrero de ala ancha que oculta parte de su rostro cadavérico.

Otros lo describen como a un esqueleto envuelto en un sudario, cuya cabeza gira constantemente sobre sí misma en lo alto de la columna vertebral para así poder vigilar todo lo que ocurre a su alrededor y acudir sin tardanza cuando alguien fallece.

En su mano lleva, según algunas descripciones, una guadaña.

Según Anatole Le Braz, folklorista Bretón, se creía el último muerto del año en cada parroquia ocupaba el puesto de Ankou, y, cuando un año había más fallecimientos de los habituales se solía utilizar un dicho bretón que rezaba:

"War ma fé, heman zo eun Anko drouk" ("sobre mi fe, éste es Ankou repugnante ")

Según otras leyendas el Ankou fue el primer hijo de Adán y Eva, la primera pareja de humanos según el imaginario judeo-cristiano.

Cuenta una historia sobre el Ankou que existió un príncipe (en otras versiones simplemente un terrateniente), de carácter cruel y vengativo, tan temerario que se atrevió a retar al Ankou.

Ocurrió que el príncipe salió de cacería la víspera de la Navidad, la noche en la que se dice que el Ankou también sale a cazar y se asegura de que los ancestros sean recordados y honrados como es debido. El príncipe encontró pronto un venado blanco al que comenzó a perseguir. Sin embargo, no había pasado mucho tiempo cuando se topó con un ser espectral todo vestido de negro que montaba un caballo blanco, el cual, sin embargo al príncipe le pareció un hombre, al fin y al cabo.

Furioso por no saber quien era aquel extraño que al parecer también estaba cazando aquella noche en sus dominios, el príncipe lo retó a cazar antes que él al venado. El premio no sería solo el animal sino que el ganador decidiría el destino de su contrincante.

Pronto estuvo claro que el caballo mortal del príncipe era mucho mas lento y el extraño derribó al venado de un solo golpe, tras lo cual el príncipe, enojado, mandó a sus hombres que lo rodeasen, riendo y diciendo que así aquella noche se cobraría dos piezas en lugar de una.

El extraño lanzó entonces una carcajada de ultratumba que borró todo rastro de chanza del rostro del príncipe, tras lo cual sentenció:

"Puedes quedarte la pieza, y con ella, toda la muerte del mundo. Si tu placer es cazar entonces así lo harás: a través del campo de batalla, en las peores plagas, deberás cazar los corazones como tus trofeos, hombre estúpido. Y todos tus tratos serán con lo podrido".

Así el principe se convirtió a partir de ese momento en el propio Ankou.

Se dice que, durante la víspera de la Navidad, a la cual los bretones llaman "Nuit des Marvelles" ("Noche de las Maravillas"), el Ankou roza con su capa a aquellos que no llegarán con vida al final del año.

La triste historia del herrero Fanch ar Floc'h también refleja la antigua creencia asociada al Ankou sobre el peligro de salir durante la víspera de la Navidad o no celebrarla adecuadamente, pues ocurrió que el herrero Fanch ar Floc'h se quedó trabajando ese dia hasta tarde, de modo que aun se encontraba en su taller cuando sonaron las campanadas de la medianoche, momento en que recibió la visita de un extraño que le pidió que reparase su guadaña. Sin sospechar que se trataba del mismísimo Ankou, Fanch ar Floc'h realizó el que sería su último trabajo pues a la mañana siguiente estaba muerto

Algunas leyendas atribuyen al Ankou dos cómplices o compañeros, quienes a menudo también son descritos como esqueletos.

Así, otra vieja historia bretona cuenta como un hombre de Tézélan escuchó a lo lejos el traqueteo de un carro y, reconociéndolo como el del Ankou, decidió esconderse tras unos arbustos de avellano para poder ver sin ser visto. Sin embargo al llegar a la altura de donde se escondía el hombre el carro se paró repentinamente, pues uno de sus ejes se había roto, y uno de los compañeros del Ankou se apeó y se dispuso a arreglarlo, acercándose peligrosamente al lugar donde se escondía el hombre. Éste pensó que había llegado su momento, y sin embargo, tras reparar el eje, el acompañante del Ankou volvió a montarse en el carro y la siniestra comitiva se alejó, dejando al hombre suspirando de alivio en su escondite...aunque no por mucho tiempo, pues a la mañana siguiente lo encontraron muerto.

Otra historia similar cuenta que en una ocasión tres amigos ebrios regresaban a sus respectivos hogares cuando vieron venir hacia ellos un carro desvencijado que reconocieron como el del Ankou. Envalentonados por el efecto de la bebida, dos de ellos comenzaron a tirarle piedras, con lo cual los caballos se encabritaron y el eje de una de las ruedas se rompió, tras lo cual los dos borrachos escaparon.

Sin embargo el tercero de ellos, sintiéndose mal por lo que sus amigos habían hecho, venció su miedo al Ankou y, tras buscar un rama, reparó con ella el eje roto y lo ató al carro con los cordones de sus zapatos. El Ankou se lo agradeció con un movimiento de cabeza y reanudó su marcha, como si el carro nunca se hubiese roto.

Al día siguiente los dos primeros borrachos habían muerto congelados en la nieve, mientras que el tercero regresó a su casa sano y salvo, aunque tras aquella noche, sobre la que nunca quiso hablar, envejeció diez años de golpe y sus cabellos se volvieron completamente blancos.

A pesar del temor que en general inspira la figura del Ankou, éste no era considerado un ser maléfico, sino un mensajero.

Bendiciones!

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