
¡Oh fuego resplandeciente! Allí tú brillas y perduras en ti mismo, por tu propio esplendor y salen de tu esencia inacabables arroyos de luz que nutren tu espíritu infinito.
Este espíritu infinito alimenta todas las cosas y hace este tesoro inagotable de substancia siempre dispuesta para la generación que la elabora y que se apropian de las formas que tú te has infundido desde el principio.
De este espíritu toman también esos benditos gobernantes de tu reino que circundan tu trono y que formantu corte.
¡Protector de los bienaventurados mortales e inmortales! Tú resguardas sustancias que resultan maravillosamente semejantes a tu sabio pensamiento y a tu esencia venerable. Tu has concedido superioridad a los elementales que anuncian al mundo tus verdades.
Ardemos en la incesante aspiración de poseerte; tú que enciendes la llama de la vida !Bendícenos¡
Bendiciones!
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