
Monarca de las siete luces, remunerador de los obreros subterráneos, llévanos al aire deseable y al reino de la claridad.
Nosotros velamos y trabajamos sin descanso, buscamos y esperamos por las trece piedras del Círculo Sagrado, por los tesoros que están enterrados, por el clavo de imán que atraviesa el centro del mundo.
Señor de la tierra: ensancha nuestros pechos, levanta nuestras cabezas; engrandécenos.
¡Estabilidad y movimiento¡ !Día envuelto en la noche¡ ¡Blancura perfecta! ¡Oscuridad velada por la luz! ¡Esplendor Dorado! ¡Corona de vivientes y melodiosos diamantes!
Tú, que llevas el cielo en tu dedo como una sortija de zafiro; tú, que escondes bajo tierra, en el reino de la pedrería, la simiente maravillosa de las estrellas, vive, reina y sé eterno dispensador de las riquezas de las que nos hemos hecho guardianes. !Ayúdanos¡
Bendiciones!
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