lunes, 14 de septiembre de 2009

EL AMOR Y LA LOCURA

Cuentan que una vez se reunieron todos los sentidos, defectos y cualidades del ser humano.

Cuando el aburrimiento bostezaba por tercera vez, la locura propuso: -“vamos a jugar a los escondidos”-.

La intriga levantó el ceño extrañada y la curiosidad sin poder contestar preguntó: -“¿a los escondidos? ¿y cómo es eso?”-.

-“Es un juego…”-, explicó la locura, -“…en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden y cuando ya haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego”-

El entusiasmo bailó secundado por la euforia y la alegría dio tantos saltos que terminó de convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada.

Sin embargo, no todos quisieron participar, la verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué? Si al final siempre la hallaban, y la soberbia pensó que era un juego muy tonto, en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiera sido de ella, y la cobardía prefirió no arriesgarse.

-“Uno, dos, tres…”-, empezó a contar la locura.

La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, quien por su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.

La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que encontraba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino para la belleza; que si la rendija de un árbol, perfecta para la timidez; que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento, magnífico par ala libertad; y así terminó por ocultarse en un rayito de sol.

El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado y cómodo, pero sólo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos, mentira en realidad se escondió detrás del arcoiris, y la pasión y el deseo en el cráter de un volcán.

El perdón se escondió en el fondo de una tumba en un panteón, y el olvido, se me olvidó dónde se escondió, pero eso no es lo importante.

Cuando la locura estaba contando 999,999, el amor aun no había encontrado sitio para esconderse, pues todo estaba ocupado, hasta que al final divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores.

¡Un millón!, contó la locura y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó a la fe discutiendo con Dios sobre zoología y a la pasión y el deseo las sintió con el vibrar de los volcanes.

En un descuido encontró a la envidia, y claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo. El egoísmo no tuvo ni que buscarlo, el solito salió de su escondite, ya que resultó ser un nido de avispas.

De tanto caminar, sintió sed y al acercarse descubrió a la belleza, y con la duda resultó todavía más fácil, la encontró sentada cerca sin decidir aun en qué lugar esconderse.

Así fue encontrando a todos. El talento, entre la hierba fresca, a la angustia, en una oscura cueva, a la mentira detrás del arcoiris, mentira, sí estaba en el fondo de los océanos, y hasta encontró al olvido, ya que se le había olvidado que estaba jugando a los escondidos.

Pero sólo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo y del planeta, en las cimas de las montañas, y cuando estaba por darse por vencido divisó un rosal, tomo una vara y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto, un doloroso grito se escuchó por todos lados. Las espinas habían herido los ojos del amor.

La locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, el amor es ciego y la locura siempre lo guía.

No hay comentarios: