lunes, 14 de septiembre de 2009

PIGMALION Y GALATEA

Pigmalión era un escultor y artista que no gustaba de las mujeres porque, según consideraba, éstas eran imperfectas y posibles de muchas críticas. Y tan convencido estaba del acierto de su opinión que resolvió no casarse nunca y pasar el resto de su vida sin compañía femenina.

Pero, como no soportaba la completa soledad, esculpió una estatua de marfil tan bella y perfecta como -según juzgaba- ninguna mujer verdadera podría serlo. Y, de tanto admirar su propia obra, acabó enamorándose de ella. Le llegó a comprar las más bellas ropas, joyas y flores: los regalos mas caros.

Todos los días pasaba horas y horas contemplándola, y, de cuando en cuando, besaba tiernamente los labios f ríos e inmóviles. Tal vez hubiera vivido hasta el fin de sus días ese amor silencioso, de no ser por la intervención de Venus. Pues la diosa era objeto de intenso culto en la isla donde vivía Pigmalión. En su homenaje se celebraban las más pomposas ceremonias y los más ricos sacrificios, y su templo de Pafos, por ejemplo era el más importante de los santuarios venusinos de todo el mundo helénico.

En una de esas fiestas, según cuentan, el escultor estuvo presente. También ofreció sacrificios y elevó al cielo sus ardorosas suplicas: “A vosotros ¡oh dioses!, a quienes todo es posible os suplico que me deis por esposa a” -no se atrevió a decir mi virgen de marfil- “una doncella que se parezca a mi virgen de marfil.”

Atenta, la diosa del amor escuchó el pedido, y para mostrar a Pigmalión que estaba dispuesta a atenderlo, hizo elevar la llama del altar del escultor tres veces más alto que las de los otros altares,pero el infeliz artista no comprendió el significado de la señal.

Salió del santuario y, entristecido, tomó el camino de su casa. Al llegar, fue a contemplar de nuevo la estatua perfecta. Y después de horas y horas de muda contemplación la besó en los labios. Tuvo entonces una sorpresa: en vez de frío marfil, encontró una piel suave y una boca ardiente. A un nuevo beso, la estatua despertó y adquirió vida, transformándose en una bella mujer real que se enamoró perdidamente del creador.

Para completar la felicidad del artista, Venus propició la unión y le garantizó la fertilidad. Del casamiento nació un hijo, Pafo, que tuvo la dicha de legar su nombre a la ciudad, consagrada a la diosa, que había nacido alrededor del santuario dedicado al numen de la atracción universal.

Bendiciones!

No hay comentarios: